En 2020 la Argentina cayó en una de las mayores crisis económicas y sociales de su historia. Desempleo, pobreza, comercio, industria, actividad económica y cuentas fiscales. ¿Qué pasó con las principales variables?
El 3 de marzo de 2020 se detectó el primer caso de coronavirus en el país y el 19 de ese mes el presidente Alberto Fernández anunció el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO). En principio se iba a cumplir por 15 días, aunque todo indicaba que al menos se extendería por 15 más. En ese momento nadie pensaba que la cuarentena argentina terminaría siendo una de las más largas del mundo, por eso había cierto consenso respecto de que se debía priorizar la salud y de que las cuestiones económicas se podrían ir resolviendo sobre la marcha. Pero, ¿qué pasó un año después con las variables económicas y sanitarias?
Antes de la pandemia, los indicadores económicos arrastraban varios meses en baja y aunque algunos empezaban a mostrar leves signos de mejoría el coronavirus fue el golpe de gracia.
// // Un año de coronavirus en la Argentina: de minimizar la pandemia a los 52.000 muertos
La falta de actividad productiva tuvo un efecto directo sobre la recaudación y el déficit fiscal y el Gobierno apeló entonces a la emisión para cubrir los programas de sostenimiento del salario a través del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y de la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP).
Se disparó el gasto; el drenaje de reservas continuó incesante; cayó el comercio internacional y de su mano el ingreso de divisas; creció el desempleo, y cerraron cientos de comercios y empresas y se disparó la inflación. La consecuencia más alarmante de todas esas variables en rojo fue el crecimiento de la pobreza y, fundamentalmente, de la indigencia.
El Presidente siempre dijo que su objetivo fue priorizar la salud por sobre cualquier otra cuestión, incluso económica. Si bien el éxito que se puede anotar el Gobierno tiene que ver con que nunca colapsó el sistema sanitario público ni privado -aunque por momentos estuvo al límite de la saturación-, la cantidad de muertos como consecuencia del coronavirus es una de las más alta de Latinoamérica y del mundo. En total, fallecieron 52.192 personas y, como contrapartida, los datos económicos también se encuentran entre los de peor performance. Y cuando el Ejecutivo podía empezar a mostrar alguna mejora, le estalló en la cara el escándalo del vacunatorio VIP.
Derrumbe económico, muertos y escándalo; todo en apenas 12 meses, todo en el primer año de la pandemia.
Gasto público
Para atender las consecuencias de la pandemia, el Gobierno creó el gabinete económico, que fue el encargado de ir delineando las políticas que se fueron instrumentando a lo largo del año para intentar amortiguar el golpe del ASPO y más tarde del distanciamiento social (DISPO).
Las primeras medidas fueron la prórroga del congelamiento de las tarifas de servicios públicos (que debían actualizarse en el primer semestre de 2020), de los créditos UVA y de los alquileres y la prohibición de desalojos. También se crearon los programas IFE y ATP; se otorgaron créditos a 12 meses a tasa cero con tres meses de gracia para monotributistas y autónomos con caídas de ventas y se congelaron las cuotas mensuales de esos tributos; se duplicó el saldo de la tarjeta alimentar y se reforzaron partidas alimentarias. En el DISPO, los ATP se transformaron en REPRO y el IFE pasó a ser una ayuda directa para los sectores más afectados, entre ellos las becas para jóvenes.
Todas las medidas o programas buscaban paliar las consecuencias de una inactividad productiva que golpeaba con mayor fuerza al sector informal de la economía, pero el Estado debía hacerse de los recursos para sostenerlos y por eso se disparó la emisión monetaria. Su consecuencia inmediata suele ser la inflación, pero sin presión sobre la demanda, se logró contener en los primeros meses, para dispararse cuando se comenzaron a liberar actividades.
Hasta noviembre de 2020, la emisión monetaria se había convertido en la más alta de los últimos 30 años y fue cuando el Palacio de Hacienda decidió apelar a la megaemisión de bonos para descomprimir la dependencia de la emisión para financiar el déficit fiscal, al mismo tiempo de quitarle presión al tipo de cambio.
Inflación
El Palacio de Hacienda hace bandera de haber logrado bajar casi 18 puntos la inflación que dejó la gestión del expresidente Mauricio Macri y es cierto. En 2019 el Índice de Precios al Consumidor (IPC) había alcanzado el 53,8% y en 2020 fue del 36,1%. Pero en los últimos meses comenzó a achicarse la brecha, la caída bajó a 14 puntos si se compara enero 2020 contra enero de 2021. Es decir que la desaceleración inflacionaria comenzó a frenarse y es por estas horas la principal preocupación del Gobierno, no sólo por el impacto en el bolsillo de los argentinos sino también porque sucede en un año electoral.
Además, prende la alarma que la aceleración inflacionaria coincide con la lenta reactivación de la economía y, si el objetivo del Ejecutivo es reducir la asistencia del Estado, necesita que el sector privado se motorice sin presionar sobre el costo de vida. Para lograrlo, el planteo es hasta ahora sentar a la misma mesa a empresarios que considera formadores de precios y a sindicalistas para intentar arribar a un acuerdo de precios y salarios. Al mismo tiempo refuerza los controles de precios y el programa Precios Cuidados. La apuesta es reactivar el mercado interno a través del consumo.
Los cuestionamientos sobre ese esquema tienen que ver con que se trata de medidas de corto plazo y no con las soluciones de fondo que necesita la Argentina para salir de una vez por todas de la espiral inflacionaria.
Desempleo
El dato más contundente que dejó la pandemia es el de casi 6 millones de personas que estaban fuera del radar del Estado, que quedaron al descubierto cuando se abrió la inscripción al IFE. Según cifras que se manejaban en el Ministerio de Desarrollo Social a fines de marzo, unos 3 millones de trabajadores informales iban a necesitar de esa asistencia estatal, pero se anotaron más de 9 millones.
Además, las cifras sobre el impacto de la pandemia en el desempleo resultaron también contundentes: en el segundo trimestre de 2020 cuando regía el ASPO más estricto, la tasa de desempleo subió a 13,1%, desde el 10,6% registrado en el mismo período del año anterior y del 10,4% del trimestre previo.
Si bien los datos mejoraron en el tercer trimestre (último dato oficial disponible), cuando la tasa de desocupación se redujo al 11,7% debido a la flexibilización de las restricciones sobre las actividades y la mayor circulación de personas, en el mismo período de 2019 había sido de 9,7%, dos puntos porcentuales menos.
Reservas
Pese a que el turismo internacional se frenó por completo durante los primeros meses de la pandemia y que los ingresos de las familias se redujeron fuertemente, el drenaje de reservas del Banco Central se mantuvo incesante y la presión cambiaria fue creciendo. De los US$43.700 millones de los que disponía en abril de 2020 el organismo que preside Miguel Pesce, a fines de febrero de 2021 se redujo a US$39.519 millones, pese a las compras de divisas de los últimos meses.
Para mediados de septiembre, cuando Martín Guzmán decidió reforzar las restricciones de acceso al mercado de cambios, el BCRA ya había perdido U$S2300 millones de reservas y las expectativas no eran mejores. La batería de medidas anunciadas buscaron frenar la sangría de dólares y lo lograron, pero las reglas cada vez más imposibles de cumplir por parte de los ahorristas y de las empresas generaron malestar y un país complejo para invertir.
De la mano de estas restricciones, el Palacio de Hacienda logró achicar la brecha cambiaria hasta el 63,2% actual, pero no siempre fue así durante la pandemia. Cuando Fernández llegó a la Casa Rosada, era del 26,4%, pero se disparó por sobre el 110% en octubre. Hoy, el dólar solidario es más caro que el blue, en un contexto de fuertes restricciones y de cierre de la economía.
Deuda
El gran éxito económico de la gestión de Guzmán fue la reestructuración de US$66.000 millones de deuda con acreedores extranjeros en medio de una crisis mundial. La adhesión al canje fue del 93,5% tras siete meses de negociación y despejó la posibilidad de acciones legales de fondos buitre.
Fue el paso necesario para comenzar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que hoy se encuentran estancadas, especialmente después de la querella criminal que instruyó el Presidente iniciar sobre Macri y sus funcionarios. Si no se alcanza un acuerdo antes de mayo, entonces la Argentina caerá en default con el Club de París, con quien no podrá iniciar el diálogo hasta no cerrar con el Fondo.
En los próximos días se verá si gana la pulseada el ala dura del Gobierno, que quiere estirar el acuerdo y, por ende, el ajuste para después de las elecciones, o quienes quieren mantener en orden las cuentas para mostrar confianza a los inversores.
Actividad económica
La pandemia golpeó todas las economías del mundo, pero en la Argentina con más fuerza. Las proyecciones iniciales eran que el Producto Bruto Interno se desplomaría en torno del 12% a lo largo de 2020, pero finalmente la baja fue del 10%, una cifra que no se registraba desde 2002. Pero el dato es peor si se tiene en cuenta que se compara contra 2019, que ya había caído un 2,1%. Así, acumuló tres años de recesión, si se suma la baja del 2,5% de 2018.
El problema es que si bien se comenzó a percibir una mejora en los últimos meses, la reactivación no es homogénea en todos los rubros. En el acumulado de 2020, sólo dos sectores exhibieron un incremento: Intermediación financiera, que creció 2,1%, y electricidad, gas y agua, que lo hizo 0,8%. El resto de los sectores económicos registraron caídas, entre las que se destacó la de hoteles y restaurantes, con un desplome del 48,6%, y la de otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales, que lo hizo 37,5%, según el Indec “a raíz del impacto de la pandemia de la COVID-19″.
Comercio e industria
El sector pyme fue uno de los más afectados. El Índice de Producción Industrial Pyme que elabora CAME cerró 2020 con una baja interanual del 14,9% en el promedio de los 12 meses. Pero durante los últimos dos años y medio cayó de manera constante, a excepción de febrero de 2020 cuando mostró un repunte de 1,4% y en el sector confiaban en que habían logrado quebrar la tendencia, pero la llegada de la pandemia y del ASPO echó por tierra esas proyecciones. En abril, él desplome alcanzó el pico máximo de 53,1% y desde entonces comenzó a recortar la caída de manera constante, hasta un leve crecimiento de 0,2% en diciembre.
Por su parte, las ventas minoristas pymes cerraron 2020 con una baja del 21,4%, también según el informe de CAME. En este caso acumulan cinco años de caídas. Para registrar un crecimiento hay que retrotraerse a 2015, cuando subieron 2,1% interanual; en 2016 se contrajeron 7%, en 2017, 1,5%; en 2018, 6,4% y en 2019, 12,6%. Es decir que la base de comparación de 2020 ya era reducida.
En la industria en general el ASPO pegó con fuerza. En abril, apenas cuatro de cada diez máquinas estaban en funcionamiento. Ya para el cierre del año, el uso de la capacidad instalada había alcanzado el 58,4%, igualando niveles de la prepandemia y superando al mismo mes de 2019.
El poder de compra fuertemente afectado por horas recortadas, suspensiones y pérdida de empleo se vio reflejado también en las ventas. En 2020, las ventas en los supermercados crecieron 2,6%, la de los mayoristas 9,1% y las de los shoppings cayeron un 32,7%. En agosto se había registrado la mayor caída de consumo en supermercados del año, con una contracción del -5,7% y en los shoppings, del -79%.
Por su parte, la industria cayó 7,6% en todo 2020. Una vez más, la mayor baja se había dado en abril, con el desplome del –33,3%; seguido por mayo, con el -26,1% y marzo, -16,6%.
Comercio exterior
El comercio internacional también se contrajo durante la pandemia. La paralización de los países desplomaron la demanda y las exportaciones argentinas entraron en decadencia a partir de mayo. El pico lo registraron en diciembre, cuando cayeron -34,1% respecto del mismo mes de 2019 y 20,3% en comparación con noviembre. China encabeza la baja, con el -55%. Como consecuencia, el saldo comercial de 2020 fue deficitario para la Argentina en US$364 millones.
Sin embargo, en enero comenzó a recuperarse. Las exportaciones crecieron 7,3% interanual y el saldo fue superavitario en US$1068 millones.
Pobreza e indigencia
Todos los datos anteriores no serían más que números si no tuvieran una directa incidencia sobre la pobreza en la indigencia. A mediados de 2020 -última cifra oficial disponible- en la Argentina habían 11,7 millones de personas sumidas en la pobreza, es decir el 40,9% de la población. En tanto que 3 millones se encontraban en situación de indigencia, el 10,5% de la población total.
Si se toman en cuenta los datos del cierre de 2019, antes de la pandemia, las personas bajo la línea de pobreza crecieron 5,4 puntos porcentuales y bajo la línea de indigencia, en 2,5 puntos.
Sólo en la Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo, compuesta por dos adultos y dos hijos, necesitó en enero de un ingreso de más de $83.499,63 para no dejar de formar parte de la clase media; para no ser considerada pobre requirió de más de $54.366,61, cifra que significó un incremento del 4,2% con relación a diciembre; mientras que para no ser indigente necesitó de más de $28.791,12, es decir que subió 5,4% en la misma comparación de períodos.
Fuente: TN