El componente internacional es imprescindible en este nuevo ciclo.
La vigorosa recuperación de la economía argentina, visible en una amplia variedad de sectores y a un ritmo superior al esperado, abre una oportunidad para sentar las bases de un modelo de desarrollo sustentable que cierre el capítulo de estancamiento y decadencia que -con breves paréntesis de prosperidad- atraviesa nuestro país desde hace casi cinco décadas.
El objetivo de crecer con inclusión, construyendo un sistema de bienestar que contenga a los 45 millones de habitantes, solo puede concebirse desde una Argentina conectada al mundo de modo dinámico y con pragmatismo, que sea capaz de captar los flujos de inversión y tecnología que nuestro país necesita para desarrollarse a un nivel coherente con su potencial y alcanzando a todos los países y regiones con nuestros bienes y servicios.
El componente internacional es imprescindible en este nuevo ciclo. La receta no es “abrirse al mundo”, como suele repetirse con cierta frivolidad, sino vincularnos desde una mirada estratégica, desde nuestro propio interés, negociando con solidez y energía cada capítulo, cada convenio, cada tratado del frente externo.
Los indicadores positivos que recogemos estos días no son fruto de la casualidad sino de un Estado que tomó decisiones oportunas, apuntando a enfrentar el impacto del Covid-19 al tiempo que resguardando el tejido productivo para estar listos el día después de la pandemia.
El cuidado de la vida y la vacunación generalizada nos ubica en una situación de solidez para afrontar los nuevos desafíos económico-comerciales, con más del 80 por ciento de la población inmunizada con una dosis, más del 60 por ciento con dos dosis y una rápida incorporación de niños de 3 a 11 años a la campaña. Aquí hubo un gobierno gestionando, priorizando la salud, fortaleciendo el sistema sanitario, como también hubo millones de argentinas y argentinos responsables que acudieron a vacunarse masivamente. Este compromiso nos blinda para encarar lo que viene.
El apoyo a las empresas durante la pandemia fue una decisión imprescindible, que acaso no haya sido valorada en toda su dimensión debido a la intensidad del devenir histórico de los últimos dos años. El programa ATP, que cubrió parte del salario de millones de trabajadores y ofreció diversas facilidades, resultó invaluable. Hoy los empresarios y empresarias de los sectores más variados lo reconocen: si no hubiera sido por esa asistencia habrían tenido muy serias dificultades o incluso habrían dejado de operar.
También, la contención que representó el Ingreso Familiar de Emergencia en el contexto del confinamiento más duro, en particular para trabajadores informales, fue otro hito de esta serie de políticas que hoy nos permiten mirar el futuro con optimismo.
Para esta recuperación hubo un Estado presente, comprometido, que salvó vidas, inmunizó a la ciudadanía, rescató empresas y protegió a las y los trabajadores. Lo hizo con enormes costos políticos, resistiendo a una oposición que aprovechó la crudeza del contexto nacional y global para desgastar irresponsablemente al gobierno.
Fue el Estado, también, el que renegoció con eficiencia la deuda con los acreedores privados, otro logro histórico, con un 99 por ciento de aceptación y un ahorro para nuestro país de más de 35 mil millones de dólares. Esperamos que muy pronto se alcance el acuerdo con el FMI que brindará la previsibilidad necesaria para que nuestras empresas puedan elaborar sus planes de inversión y planificar su crecimiento.
Nuevos ejes de la inserción internacional
En equilibrada articulación con los sectores productivos y los sindicatos, el gobierno desarrolla ejes de trabajo que procuran desbloquear las fuerzas productivas de la Argentina. Este objetivo implica una profunda inserción del país en la economía internacional para multiplicar las exportaciones, atraer inversiones e incorporar tecnología en sectores estratégicos.
Este año vamos a superar los 77 mil millones de dólares de exportaciones, cifra elocuente que no se registraba desde 2011. Aspiramos alcanzar 85 mil millones en 2022 y a 100 mil millones en 2023, constituyendo entonces un récord histórico. Los derrames positivos de este logro para la economía nacional no pueden soslayarse, como tampoco su impronta federal, porque esta cifra no es alcanzable sin el protagonismo de las economías regionales. Diversificar la canasta exportadora es casi un sinónimo de trabajar codo a codo con las provincias. Supone llevar al mundo el amplio abanico de nuestra producción nacional, con el mayor valor agregado posible.
Los países pujan por el valor agregado: cada uno desea incorporar la mayor cuota de valor en su territorio para generar riqueza y empleo. En la Argentina, sin embargo, hay quienes defienden la primarización: prefieren vender al mundo desde el eslabón más bajo de la cadena y dejar que otros países generen el valor y los puestos de trabajo. Eligen, por caso, exportar granos de soja para que alguien más los transforme en carne y los reexporte. Así, los empleos formales y las divisas quedan afuera de la Argentina. Fuimos testigos de esta posición cuando propusimos un plan para desarrollar la industria porcina que fue resistido virulentamente, con argumentos que mezclaban la incomprensión de la dinámica internacional con una lamentable sinofobia. Son, como menciona Eduardo Crespo en El cohete a la luna, el partido anti-exportador, presente en distintas vertientes políticas.
En nuestro caso, el crecimiento y diversificación de las exportaciones de bienes y servicios atraviesa todas las iniciativas políticas. Por su impacto macroeconómico, su capacidad de dinamizar a las Pymes y la generación de empleo de calidad. Sabemos que las empresas que exportan son mejores empleadoras, pagan mejores salarios, formalizan su operación y mejoran sus procesos productivos por las exigencias de los mercados internacionales.
El desarrollo regional está atado a este esquema: tenemos la asignatura pendiente de ocupar nuestro vasto territorio de modo equilibrado, lo cual solo es posible creando las oportunidades de producción y trabajo en el interior profundo.
El comercio exterior viene mostrando una tendencia preocupante: estamos llegando a nuevos mercados, como por ejemplo en Asia, pero con menos productos. Diversificamos mercados, pero concentramos las ventas. De acuerdo a un estudio del Centro de Economía Internacional (CEI) de la Cancillería, en el año 2000, 77 productos explicaban el 75% de nuestras exportaciones; en 2019, lo explicaban 42 productos. En el 2000, los complejos primarios representaban el 23% de todo lo exportado; en 2019 superaban el 43%. Es decir, exportamos a más países que en el 2000 pero les vendemos sobre todo commodities agrícolas.
Este escenario presenta, no obstante, una oportunidad para la diversificación. Tenemos Ventajas Comparativas Reveladas (VCR) en más de 450 productos, pero muy pocos de ellos llegan a venderse en mercados asiáticos. El potencial es enorme para crecer en la inserción de estos bienes que ya producimos y que sabemos que son competitivos. En América Latina los comercializamos exitosamente, pero a China solo ingresa el 47%, a la India el 29%, a Malasia el 28%, a Indonesia el 22% y a Filipinas 11%, por mencionar solo algunos casos.
En estos países y en muchos otros de Asia y África ya tenemos una marca instalada, una logística funcionando y canales comerciales abiertos. Además, contamos con embajadas con escritorios comerciales en sus capitales. Incrementar la presencia de productos que tienen demanda en esos mercados y que nosotros producimos competitivamente representa una oportunidad concreta que nos permitiría superar los 100 mil millones de exportaciones en pocos años.
Es necesario, otra vez, el impulso del Estado. Debemos seguir fortaleciendo la diplomacia comercial para sacar el máximo provecho a la extensa red de embajadas, consulados generales y centros de promoción comercial con los que cuenta la Argentina. Son un verdadero activo y tienen la misión -entre otras- de promover la producción nacional, asistir a nuestras Pymes en sus primeros pasos al mercado exportador y demostrar las oportunidades de inversión que presenta nuestro país.
Figuramos en el puesto 14 en el Índice de Diplomacia Global del Instituto Lowi, el cual compara las redes diplomático-consulares de los estados. Este entramado de representaciones argentinas en los cinco continentes, que cuenta con profesionales del servicio exterior altamente preparados por el Estado nacional, es un activo esencial para la inserción económico-comercial de la Argentina.
Diálogo con los sectores productivos
La articulación estratégica con los sectores productivos es transversal a nuestro proyecto. Un caso que lo demuestra cabalmente es el Consejo Público Privado para la Promoción de Exportaciones de la Cancillería Argentina, una organización que reúne a los distintos sectores de la economía con funcionarios públicos para escuchar sus necesidades, prioridades y problemáticas, a fin de poder diseñar, sobre la base de este diálogo, la estrategia de inserción comercial.
Esta dinámica tuvo un doble efecto: por un lado, permite organizar con mayor eficiencia nuestro programa de promoción de exportaciones, priorizando los mercados en los que realmente están interesadas las cámaras sectoriales; por otro lado, el intercambio nos enriqueció como Estado, porque hoy tenemos funcionarios que conocen en profundidad la realidad de los sectores: maquinaria agrícola, frutas, carnes, cereales, bebidas, metalmecánica, pesca, industria láctea, autopartes, satelital, producción audiovisual y las distintas expresiones de la economía del conocimiento, entre tantas otras.
Cada sector tiene sus características y complejidades, las cuales deben ser ponderadas con el mayor nivel de especificidad posible. El Consejo Público-Privado es un buen reflejo de esta diversidad existente en nuestro sistema productivo: está conformado por 16 mesas de trabajo donde se expresan 70 complejos productivos que representan más de 250 cámaras que hablan por 18 mil empresas. Valoramos su aporte y su compromiso.
Agenda legislativa
Nuestro país tiene una serie muy rica de activos: Vaca Muerta, energías renovables, cadena de valor del litio, agroindustria, servicios basados en el conocimiento, industria satelital, alimentos orgánicos, biotecnología, entre tantas otras industrias que pueden transformar nuestra realidad económica y social.
Desarrollar todo el potencial de estos activos requiere una agenda legislativa que genere los instrumentos jurídico-institucionales para promover la inversión y facilitar el desempeño económico de cada uno de esos activos. La Ley de Economía del Conocimiento, proyectos que promueven la industria automotriz, la producción y exportación de hidrocarburos, el desarrollo de la agroindustria, la electro movilidad -y su relación con toda su cadena de valor, que incluye la utilización estratégica de nuestras reservas de litio-, entre otros, persiguen en este objetivo. Los proyectos de ley tienen algunas constantes: sustentabilidad ambiental, estímulos a las inversiones y exportaciones, generación de empleo, perspectiva de género y fortalecimiento a las Pymes. Además, tienen otro común denominador: se llevaron a cabo en un proceso de diálogo con el sector privado y los sindicatos.
Avanzar en el Congreso en estos temas es cumplir con la agenda pendiente Nuestra agenda parte de reconocer el aporte de las fuerzas productivas al desarrollo del país, sus capacidades profesionales, sus adelantos tecnológicos, su inversión en investigación y desarrollo, su riesgo, su aporte a la generación de empleo y sus contribuciones fiscales; al tiempo que reconocemos y valoramos el rol imprescindible de una dirigencia sindical responsable, concentrada en la defensa de los derechos de los trabajadores, buscando soluciones dialogadas para la atracción de inversiones, como se ha destacado recientemente en el caso de las industrias automotriz y metalúrgica, con SMATA y la UOM.
El peronismo debe reinventarse elevándose desde los fundamentos mismos de su creación, desarrollo nacional con justicia social. El mundo actual exige nuevas respuestas a las demandas que la globalización plantea. Emerge claramente la necesidad de una política para fortalecer una articulación sólida entre Estado, empresas, sindicatos y sistema científico tecnológico orientada a desarrollo económico con inclusión social. Mirar en primer lugar a América Latina como mercado cercano, proyectando nuestras energías productivas a todos los mercados es la llave para lograr una economía sustentable, competitiva con proyección creciente a los mercados mundiales. Sólo la permanente búsqueda para obtener plusvalía en cada país, cada región y de los 7.500 millones de habitantes del planeta es lo que nos permitirá lograr el objetivo fundacional del peronismo: el bienestar del pueblo, la ampliación dinámica de derechos y la justicia social en un marco de desarrollo nacional integral.
Fuente: Telam