Desde hace 150 años Rosario es un semillero de bibliotecas populares. Garantes de derechos y generadoras de cultura popular, se levantan como organismos vivos por los distintos rincones de la ciudad. Son mucho más que reservorio de libros y crecen en todos los territorios con un habilidad innata de crear comunidad. Cada barrio tiene las suyas y cada una guarda su impronta y sello particular.
Algunas son centenarias y ofrecen pedazos de historia, otras expresan hermosos homenajes y otras se brindan cada día a la función social. Todas tienen un tesoro único y particular que mostrar, pero en todas habita un común denominador: el compromiso cotidiano de sus voluntarios como un valor clave que en los espacios populares hace la diferencia.
A lo largo del 2023, La Capital visitó varias de ellas y las dio a conocer en la sección El tesoro de mi barrio, en el que contaron sobre su historia, su identidad y devenir a lo largo de los años. Con la consigna de mostrar sus más valiosos tesoros, cada biblioteca popular activó su natural espíritu democrático para decidir colectivamente cuáles son los valores que las hacen únicas y revelar a la comunidad aquello que solo habita en ella y en ningún otro lugar. Ahora resta saber qué sucederá con estos espacios de aprobarse la ley ómnibus enviada por el gobierno de Milei, que propone derogar el fondo especial que creaba la ley 23.351 y elimina las tarifas reducidas a los servicios públicos para estos espacios, así como beneficios fiscales.
Un texto vivo
“Las bibliotecas populares aparecen en el imaginario colectivo como inmovilizadas o paralizadas en el tiempo, como si fueran un mueble antiguo o contenedores de libros. Se las romantiza en el discurso, se las ve como despolitizadas e ingenuas”, dice Pablo Serr, presidente de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, de Ovidio Lagos 367. A la hora de definir estos espacios, Seer habla poéticamente de “un texto vivo compuesto por libros que circulan, por charlas, actividades y por la reflexión permanente sobre problemáticas que nos atraviesan”. Y afirma: “No solo cumplen una función pedagógica, han sido y son espacios de encuentro y es allí es donde radica su potencia política”.
Nacida como acto de resistencia, la Biblioteca Popular Alfonsina Storni fue fundada en mayo de 1990 por un matrimonio anarquista de barrio Pichincha que supo contar con el apoyo de sus vecinos. Un respaldo que se sostuvo y que contribuyó a mantener sus puertas abiertas en favor de la comunidad.
Además del valor simbólico de este texto vivo, la biblioteca de Pichincha tiene para ofrecer recursos que solo allí se pueden encontrar. Entre ellos, el archivo personal de la poeta santafesina Beatriz Vallejos, que fuera donado por su hija. Cuenta con la biblioteca personal del poeta y galerista santafesino Armando Raúl Santillán, una biblioteca LGBTQ+ en constante crecimiento y una exclusividad que moviliza a muchos: el juego de Go.
Para las infancias
En el pasaje Independencia 4298 suelen agolparse decenas de chicos y chicas a lo largo de toda la semana. Es que allí se encuentra la Banateca, uno de los espacios más convocantes para las infancias de Villa Banana. Sus referentes cuentan con orgullo que es la primera biblioteca popular del barrio. Su nombre fue elegido por los niños y niñas a través de la conjunción de las palabras biblioteca y Villa Banana. Con un perfil infantil, el espacio brinda talleres recreativos y educativos de arte, juego libre, de mesa y ciencias experimentales. Además, cuenta con un servicio de apoyo escolar y de ayuda para la gestión de trámites sociales.
“Este lugar lo construyó el barrio, el tesoro con el que contamos es el grupo de trabajo que se ha constituido en todos estos años y que hace que el proyecto pueda trascender a una persona en particular”, dice Ana Laura Pinto, una de las referentes. La Banateca fue inaugurada en diciembre de 2015, en el marco de las conmemoraciones de 19 y 20 de diciembre de 2001, y es el resultado del trabajo territorial que inició en 2003 la Organización Social Causa, con la referencia propia de los movimientos sociales luego de la crisis de 2001.
La semilla fue plantada por un grupo de jóvenes estudiantes, muchos de ellos vecinos, que estaban muy movilizados por el contexto social crítico que se vivía en el país en aquel momento.
A lo largo del tiempo, y en favor de la comunidad de Villa Banana, la organización supo construir alianzas y articular acciones con organismos públicos y privados. Los resultados están a la vista. No solo las infancias tienen su lugar de referencia en la Banateca, sino que también los jóvenes son destinatarios de proyectos que tienen el objetivo de restituir derechos.
Centenarias
Con 104 años de existencia se autoproclaman florecidos y lo evidencian con la oferta de más de 20 talleres y bibliografía actualizada a disposición de los vecinos del barrio Abasto. Se trata de la Biblioteca Popular Solidaridad Social, una de las más antiguas de la ciudad.
La institución fue fundada el 23 de marzo de 1919 de la mano de un grupo de inmigrantes italianos, con la meta de crear un centro cultural abocado a la alfabetización de los obreros de la zona. “Esos inmigrantes eran vecinos del sur de avenida Pellegrini y por la documentación histórica que conserva la biblioteca, se nota que sus fundadores tenían hambre intelectual”, cuenta Jesica Carballo, vicepresidenta de comisión directiva. Con el tiempo el espacio educativo llegó a llamarse Universidad Popular y a tener cuatro filiales en la ciudad.
Además de atesorar una obra del reconocido pintor rosarino Leónidas Gambartes, la biblioteca de Paraguay 2545 cuenta con varios tesoros. “Acá hay libros clásicos en su primera edición, algunos imposibles de conseguir hoy, un globo terráqueo antiguo con países que ya no existen que causa sensación en los chicos, pero para mí el mayor tesoro que tiene la biblio es su edificio, esta construcción enorme en un barrio que de a poco se va llenando de edificios. Un tesoro que no se va a convertir en negocio inmobiliario tal como algunos desean, porque acá estamos defendiéndolo”, sostiene Cecilia, una de sus colaboradoras.
Como si fuera poco, en La Solidaridad Social habita una historia que la distingue de cualquier otra biblioteca popular, porque en sus instalaciones se creó y funcionó la primera biblioteca parlante que tuvo la ciudad. La iniciativa nació en 1999 por parte de Pedro Arpajou, quien era ciego y como presidente de la Comisión Directiva contó con el apoyo de un grupo de voluntarios lectores. La casa aún conserva la cabina de grabación en la que las y los voluntarios llegaron a leer más de 500 títulos.
Cuidar un legado
Corría la década del 30 del siglo pasado cuando el maestro y ajedrecista José Hilario Zgarbik despuntaba su pasión en la Biblioteca Popular Homero. En aquel edificio donde antes había funcionado un club de ajedrez, Zgarbik trabajaba pacientemente en promover la lectura y la práctica de este juego entre niños y adolescentes. Su labor docente y la de muchos otros jugadores dejaron huellas que se lucen en las alturas de las paredes materializadas en copas, medallas y trofeos de todos los tamaños por una multitud de campeonatos ganados. Esa historia viviente se palpita en el presente en una antigua casona de Vélez Sársfield al 900.
La Biblioteca Popular Homero nació el 2 de setiembre de 1936, en un edificio ubicado a pocas cuadras de donde funciona actualmente. Luego de que se disolviera un club de ajedrez barrial, un grupo de vecinos y colaboradores decidieron crear una biblioteca y continuar allí con la enseñanza y la práctica del juego. “En esos tiempos los vecinos se plantearon la necesidad de contar con una biblioteca que aportara conocimiento y estudio a los trabajadores del barrio y también a sus hijos. Que sea un lugar de encuentro y reuniones, de charlas y partidas de ajedrez”, cuenta Matías Pastor, vicepresidente y bibliotecólogo de la institución. Una decisión que fue sostenida a lo largo de los años por las distintas comisiones directivas que cuidaron de aquella herencia, por lo que hoy la enseñanza y la práctica del ajedrez está muy vinculada con la biblioteca popular.
“Este año transitamos el 87º aniversario manteniendo el legado fundacional y adecuándonos a los avances tecnológicos con el objetivo nodal de difundir la lectura y la enseñanza de ajedrez”, dice el colaborador.
Como todo espacio social y cultural histórico de la ciudad, la Homero también tiene su tesoro. Se trata de una importante colección de libros sobre la temática del ajedrez que es única en Rosario. Unos 60 volúmenes de autores y jugadores importantes como Bobby Fisher, Roberto Grau y Garry Kasparov. Históricamente estos ejemplares acompañaron a muchos jugadores que pasaron por la institución y en la actualidad pueden consultarse en la sala, porque son de libre acceso al público. “En todos estos años —dice Pastor— estos libros facilitaron a muchos jugadores conseguir títulos y trofeos importantes que se exhiben en la biblioteca”.
Por la memoria
Además de espacios culturales centenarios también los hay “a estrenar”. La Biblioteca Popular Ara General Belgrano es un buen ejemplo de ello. Ubicada en Darragueira 350, se levanta como una de las creaciones colectivas mas recientes que hace pie en barrio Sarmiento. Como en la mayoría de los casos, funciona por la tracción de férreas voluntades, como la de Susana Solanes que brindó el garaje de su casa para montar el espacio.
Esta biblioteca es pequeña, pero abona a un escenario que rinde culto a la memoria. Se ubica frente a la plaza que lleva el nombre de Cabo Principal Maquinista Oscar Álvarez, un vecino del barrio que murió en el hundimiento del Crucero Ara General Belgrano.
Si bien La Ara, como la mayoría de las bibliotecas, brinda talleres recreativos y facilita bibliografía a los vecinos, tiene una característica que la hace diferente: su voluntad de invitar al encuentro y promover la memoria. “Creo que la memoria es fundamental porque es lo que construye el futuro. Hoy se está vaciando de contenido toda discusión, aparecen ideas muy resumidas y opinología, por eso nuestra idea es generar espacios de diálogo sobre todo lo que tenga que ver con la historia y la memoria de todos. Muchos de los actos que hicimos en la plaza tuvieron que ver con eso, y vimos que cuando se interpela a los vecinos ellos responden positivamente, porque hay causas que los conmueven y que no se pierden”, dice Daniel Chávez, uno de sus miembros fundadores. En este espacio cultural se le da especial importancia a la conmemoración de las efemérides patrias como el 2 de abril y el 2 de mayo, fecha en la que se recuerda el hundimiento del crucero, y habitualmente su realizan actos populares en la Plaza Cabo Álvarez con gran concurrencia de público. “Esta tarea la hacemos con la finalidad de fortalecer los lazos entre los vecinos, muchos de ellos son personas de edad, que por distintas razones se encuentran solas”, cuenta Susana Solanes.
Por el bienestar
Las ideas de inclusión y salud colectiva resuenan fuerte en el corazón de barrio Tiro Suizo. Y es que en el pasaje Ámsterdam 1068 logran ensamblarse en el trabajo cotidiano de Abriendo Caminos, el Centro Educativo Terapéutico que dio nacimiento a la Biblioteca Popular Escritor Rosarino Raúl Astorga como proyecto autogestionario.
Para sus integrantes, la biblioteca es la expresión de una concepción de salud que viene a romper viejos paradigmas. “Se entiende a la salud como ausencia de enfermedad, pero desde hace un tiempo, desde la sanción de la ley de salud mental, comenzamos a pensarla como una suma de componentes que tienen que ver con el trabajo, la vivienda, la dignidad humana, la recreación, el gozo del tiempo libre, la educación y todo aquello que hace al bienestar de las personas”, explica Nahuel Diviani, uno de los coordinadores que integra el espacio de club social en el que se inscribe La Astorga.
En diálogo con La Capital, el coordinador se explaya sobre las ideas que fundamentan la existencia de una biblioteca de puertas abiertas en la zona sur de la ciudad. Dice que la salud no es una cuestión individual sino la suma de derechos y factores que hacen al bienestar de una persona en relación con el otro, y agrega: “Bajo este nuevo paradigma, empezamos a entender que el trabajo que queríamos hacer no se podía reducir a una institución sino que había que generar un marco colectivo. La inclusión es con los otros y es buscando instancias de encuentro”.
En este marco, La Astorga funciona en simultáneo a una multiplicidad de talleres que se brindan a jóvenes del Centro, en intercambio permanente con el entorno. La banda de cumbia, el taller de arte lienzos frescos, el espacio itinerante de danza, el narrativo y la agenda cultural —que les permite recuperar los espacios del barrio como los clubes— son algunas de las iniciativas que acompañan a esta biblioteca popular en la tarea de fortalecer el colectivo.
Primera y única
Anclada en el barrio Saladillo, la Biblioteca Popular Primera Ambiental nació como ninguna otra, anclada a un proyecto ecológico escolar. Una característica que perciben como su tesoro, por hacerla única en su tipo en la ciudad.
Nació en 1993 del compromiso de un grupo de vecinos y docentes con el medio ambiente. Su crecimiento da cuenta de una amplia red de relaciones entre instituciones y espacios comunitarios en el sur de la ciudad, y de un interés sostenido en promover y concientizar en la temática. La historia de esta iniciativa se remonta a 1992, cuando la Facultad Latinoamericana de Ciencias Ambientales, a instancias de la doctora María del Carmen Asegurado, invitó a la Escuela Nº 775 Víctor Mercante a participar por dos años de un proyecto pedagógico. A partir de esta experiencia, la comunidad educativa de Avenida del Rosario 461 creyó necesario crear una biblioteca popular ambiental referente en la ciudad.
El espacio no dejó de crecer y en la actualidad cuenta con un archivo bibliográfico de unas 15 mil obras a disposición de sus socios. Entre ellas se destacan ejemplares de antigüedad, como una Constitución Nacional que data de 1949, hasta títulos de actualidad que abarcan diversas temáticas. Entre los proyectos más ligados a su objetivo fundacional figura el taller de huerta familiar. Se trata de un espacio de aprendizaje organizado en forma conjunta con el Centro Agroecológico de Rosario, en el que se abordan temáticas como cultivos estacionales, huerta, plantas aromáticas y su utilización medicinal. Además, en los últimos tiempos, la biblioteca trabajó en temas como el agua como bien común, residuos patológicos, energía y compost, y están planificando una jornada de avistaje de aves.
Su vicepresidente, Héctor Nucifora, explica a La Capital que el funcionamiento de la biblioteca está enmarcado en un proyecto al que llamaron “Leer un libro nos hace libres”. Un documento elaborado colectivamente, que tiene como meta intensificar la interacción con todas las instituciones educativas de la zona sur de la ciudad, y hacer de la biblioteca un espacio de encuentro y participación de vecinas y vecinos.
Fuente: La capital