Un relato desgarrador
La devastadora historia del fentanilo en Argentina puede ser narrada a través de las vidas de hombres y mujeres que, ante la pérdida de un ser querido, transformaron su desesperación en una incansable búsqueda de respuestas y, posteriormente, en una lucha por justicia.
Desde el interior de un hospital, donde un grupo de profesionales detectó un brote de neumonía, se le dio seguimiento a este alarmante caso y se descubrió que su origen se hallaba en un medicamento adulterado. Esta revelación llevó al aviso de una posible epidemia mayor, aunque la misma institución optó por mantener en silencio la verdad ante las familias involucradas.
La historia también puede ser abordada desde la perspectiva de un empresario, quien, después de haber sido condenado por incendiar a uno de sus empleados, logró una segunda oportunidad al abrir verdulerías de precios accesibles y posteriormente ingresar al negocio farmacéutico, llegando a estar implicado en la negociación de la vacuna Sputnik durante la pandemia.
La magnitud de la crisis
La contaminación de 300,000 dosis de fentanilo —un opioide sintético que es cien veces más potente que la morfina y cincuenta veces más que la heroína— se cuenta desde múltiples ángulos, todos apuntando a una tragedia sanitaria que ya se cobra 124 vidas hasta la fecha, aunque se prevé que la cifra aumente. El juez federal Ernesto Kreplak ha procesado a 14 personas, incluyendo ejecutivos y empleados de Laboratorios Ramallo SA y HLB Pharma Group SA, que produjeron y distribuyeron el fármaco contaminado con al menos dos bacterias, incluida una multirresistente.
Entre las historias personales, resalta la de Carla Maino, quien durante la internación de su padre, quien sufría de una infección por Klebsiella, advirtió sobre anomalías en su tratamiento. Por otro lado, Vanesa Vilches también se encontraba en una situación similar con su padre, lo que generó un vínculo entre ambas y una inquietud general sobre la seguridad del tratamiento recibido.
Implicancias legales y un pasado turbio
Las 401 fojas del procesamiento del dueño de los laboratorios, Ariel García Furfaro, junto a su familia, revelan un contexto de gravedad sin precedentes en la historia sanitaria del país. Se establece un paralelismo con el caso de 1992 cuando 25 personas murieron tras consumir productos adulterados, lo que llevó a la creación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) por la falta de control estatal.
Un reportaje interno del Hospital Italiano de La Plata alertó sobre tres casos de Ralstonia pickettii entre sus pacientes, lo que llevó a la investigación y eventual descubrimiento de que el fentanilo era el común denominador en los casos infectados. Aunque la ANMAT emitió su primer aviso el 8 de mayo, para entonces ya se contaban 15 muertes y la circulación de ampollas contaminadas por todo el país.
Un creciente problema de salud pública
A diferencia de Estados Unidos, donde la epidemia de consumo de fentanilo es alarmante, en Argentina la situación se manifiesta a través del desvío de medicamentos que pronto podrían terminar en el mercado ilegal. Se presume que pequeños grupos de consumidores recreativos están empezando a buscar el fentanilo, lo que estaría ligando aún más este escándalo a la creciente preocupación por el narcotráfico en el país.
La exdirectora de un organismo de control señaló que existen claros indicios de vínculos más profundos detrás de la producción del fentanilo médico en el país, lo que levanta interrogantes sobre el alcance de la red de corrupción y posible tráfico que podría estar arraigado en este escándalo.
La historia persiste, con cada día trayendo nuevas revelaciones e implicaciones para las víctimas y sus familias. La lucha por la verdad continúa.