Un nuevo paradigma en la infancia digital
Las infancias actuales están marcadas por la inmediatez, el estímulo constante y la conexión constante. Desde sus primeros años, los dispositivos tecnológicos se han convertido en parte de la vida diaria de los niños, actuando como juguetes, distracciones o incluso herramientas educativas. No obstante, esta aceptación de las pantallas viene acompañada de una pregunta crucial: ¿estamos apoyando su desarrollo emocional y social en esta nueva era digital?
Recomendaciones de la OMS y su realidad
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que los niños menores de cinco años no deberían estar expuestos a pantallas por más de una hora al día. Sin embargo, en la realidad, muchos superan significativamente este límite. La sobrecarga de pantallas puede tener efectos adversos en el sueño, la atención y la regulación emocional.
La importancia de la educación en el hogar
La psicóloga Marina Gilabert (M.N. 40.363), autora de «La selva hace clic» y referente en la ONG Coloria, señala que «el futuro de la relación entre los niños y la tecnología no se construye a través de prohibiciones, sino mediante el acompañamiento«. Ella enfatiza la importancia de fomentar una mirada crítica en vez de un consumo pasivo: «Cuando los niños aprenden a reflexionar sobre lo que ven y crean su propio contenido, se convierten en usuarios más conscientes y empáticos».
Rol de la familia y la escuela
Como primer agente de socialización, la familia juega un papel crucial en presentar a los niños un uso responsable y creativo de la tecnología. Gilabert propone que la educación digital debe comenzar en el hogar y extenderse hacia la escuela. No se debe demonizar la tecnología, sino integrarla en la conversación familiar. Lo que los niños más requieren no es que se les apague la pantalla, sino que se les escuche cuando encuentran algo desconcertante o inquietante.
Prevenir la dependencia emocional
Gilabert advierte que muchos padres, en ocasiones de manera involuntaria, delegan el rol de contención emocional a los dispositivos tecnológicos: «Los niños utilizan el celular para calmarse o distraerse, lo que puede llevar a una dependencia emocional«. Las pantallas han ocupado espacios que antes pertenecían al juego conjunto y a las conversaciones familiares. Reestablecer esos espacios de interacción face a face es un acto preventivo.
Fomentando un futuro digital humano
La especialista insiste en que la verdadera prevención radica en enseñar a los niños a ver la tecnología como una herramienta y no como una escapatoria. «Es crucial fomentar la curiosidad. Si un niño comprende cómo opera una red social o la razón por la que un video se vuelve viral, puede adoptar una posición más crítica frente a los contenidos, transformándose así en un protagonista activo», añade.
Inspiración a través de la experiencia
Por ejemplo, cuando más de cien niños participaron en talleres que exploraban objetos antiguos como teléfonos fijos y faxes, reflexionaron sobre nuevas formas de comunicarse y jugar sin la necesidad de pantallas. Gilabert considera que iniciativas como esta demuestran que «no es necesario aislar a los niños del mundo digital, sino enseñarles a convivir con él desde la creatividad y la reflexión«.
Hacia una conexión emocional saludable
El aprendizaje no se limita a aspectos tecnológicos, sino que también abarca lo humano: reconocer emociones, desarrollar paciencia y valorar el silencio. «Cada vez que un niño se conecta con sus propios pensamientos sin distracciones externas, está fortaleciendo habilidades clave para la vida adulta, como la autorregulación«, afirma Gilabert.
Tecnología y bienestar emocional
Según Gilabert, el gran reto será lograr que la tecnología no sustituya las relaciones, sino que las potencie. «Podemos utilizar la tecnología para promover la empatía, la cooperación y el respeto. Existen aplicaciones y proyectos que fomentan valores, creatividad y trabajo en equipo. El problema radica en cómo utilizamos esas herramientas», concluye.
Construcción colectiva del bienestar digital
Para la especialista, el bienestar digital es una construcción colectiva que debe involucrar a familias, escuelas y medios de comunicación como aliados en la formación de una generación más consciente. «El futuro no consiste en enseñar a los niños a desconectar las pantallas, sino a decidir cuándo y para qué utilizarlas. La educación emocional y digital deben caminar de la mano, ya que así podremos criar niños que no dependan de la tecnología para su bienestar, sino que la utilicen para crecer y conectar con otros», cierra.