La pandemia de coronavirus movió a hombres y mujeres en distintas partes del país a agudizar el ingenio para modificar su situación laboral y encarar negocios o microemprendimientos con la esperanza de mejorar su situación económica, muchos de ellos ayudados por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
Marcela Giovannoni es una instructora de pilates rosarina de 54 años. Por la pandemia, cambió sus clases por el cultivo de cactus y suculentas junto a Pancho, su pareja.
«Soy instructora de pilates desde hace ocho años y de actividades de gimnasio desde hace 25. Trabajaba con adultos mayores y con jóvenes, muchos conviven con adultos mayores y dejaron de venir», explicó Marcela, quien vive con su mamá en una casa en el sur de Rosario.
El cultivo de cactus y suculentas era el hobby al que se entregaba en el fondo de su casa, luego de trabajar toda la semana en el gimnasio. Pero un día decidió convertirlo en su actividad principal.
«Tenía una alumna de pilates que trabaja en la Municipalidad que me invitó a hacer el curso de feriante porque hay que aprender de todo en un mundo nuevo», relató a Télam Marcela.
El mundo de las ferias de microemprendedores se abre como un abanico por el centro y algunos barrios de Rosario: «La Municipalidad nos da un apoyo muy importante con los cursos y con el espacio de trabajo. Estoy en la plaza San Martín o en el río, y ahora en las ferias navideñas en la Plaza Sarmiento o en la Plaza Montenegro».
«Mi pareja me vio trabajando con las plantas y se enganchó a meter las manos en la tierra. Sintió que se liberaba. Él sigue con su trabajo en una concesionaria, pero me ayuda el resto del día y los fines de semana a repartir los pedidos», contó. Y agregó que aprendió a manejar las ventas por las redes.
«Ya no pienso en volver a dar mis clases de pilates y acondicionamiento físico porque el cuerpo te pasa facturas, pero estoy bien con mi cultivo de cactus y mi puesto en la feria», completó Marcela.
Por su lado, los integrantes de un circo que se instaló en Bahía Blanca retomarán sus funciones en la Navidad, luego de haberlas suspendido por la pandemia. Se trata del Cirque XXI que, desde marzo, se encuentra instalado en un sector del Parque de Mayo.
Pese a la situación, los 60 integrantes del circo no dejaron de ensayar mientras buscaban alternativas para poder seguir adelante y enfrentar a la pandemia.
«Estamos desde marzo, cuando se decretó la cuarentena. Nunca pudimos actuar y a raíz de ello nos fuimos reinventando y haciendo de todo», señaló el apoderado del circo, Gabriel Credidio.
El hombre dijo que «primero arrancamos con la venta de frutas y verduras, con reparto a domicilio por combos y pedidos, luego le agregamos alimentos balanceados para perros, garrafas, bolsa de leña».
«Se salía con combos para vender en las viviendas, después agregamos queso, miel y salame y una vez que estuvo todo armado pudimos poner hace cuatro meses un local fijo», agregó.
«Después otro grupo se dedicó a los artículos de limpieza; otro, a la herrería para vender portones y maceteros, y con una máquina que tenemos se hace limpieza para terrenos y pozos para piletas y otros de los integrantes trabajan con motos para hacer cadetería», relató Credidio.
«Somos 15 familias y todos estamos trabajando», afirmó. E indicó que, mientras tanto, «continúan entrenando con los números de acrobacia, malabares y la rutina».
Al ser consultado sobre la continuidad o no de la venta de verduras y otras actividades que se llevaban a cabo hasta el momento, el hombre expresó: «que la verdulería seguirá estando como así también el modo de reparto».
«A las 22 horas del 25 de diciembre va a ser la primera función», señaló. Tomarán distintas medidas preventivas, de acuerdo al protocolo dispuesto por el Gobierno Nacional. «El circo tendrá una capacidad del 30 %, podrán estar alrededor de 600 en la carpa, que ayer volvió a ser levantada en el parque de Mayo», finalizó.
En tanto, cuatro productoras de duraznos del poblado de La Ciénaga, de la localidad jujeña de Purmamarca, vieron frustrado este año el sueño de habilitar una pequeña fábrica de mermelada a causa de la pandemia. Pero siguen adelante con el proyecto del emprendimiento.
El grupo de mujeres, de entre 50 y 66 años, se había capacitado en la fabricación de dulces a través del INTA y esperaba este año comenzar a vender el producto, en especial a los turistas, pero la pandemia lo postergó hasta el próximo año.
«Teníamos que empezar a trabajar para la habilitación y comenzar la cosecha, pero no se pudo», dijo a Télam Lourdes Jeréz (66), una de las productoras.
«El durazno se cosecha en marzo, así que no pudimos hacer nada después, solo se cosechó y se vendió a los comerciantes locales», relató la mujer. Allí cultiva, además, pera, manzana, cayote, lechuga, acelga y zapallito.
Lourdes, Elisa Mercado, Margarita Avendaño e Ivone Arjona son las mujeres al frente del proyecto, que se inició con una capacitación del INTA el año pasado.
El grupo de mujeres hizo construir una cocina dentro de un salón comunitario «hasta que se haga la planta». El proyecto incluye a otras dos comunidades de Purmamarca, cuyos vecinos podrán participar con una capacitación previa «en la medida que haya demanda y se empiece a trabajar».
Apuntó que gracias a los subsidios compraron ollas, utensilios, freezer, mesas y una cocina industrial. Con el Programa para el Desarrollo Rural Incluyente (Proderi) solventará la construcción de la planta.
Beneficiarios y beneficiarias del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y otras prestaciones usaron este dinero para crear pequeños comercios en el transcurso de la pandemia.
En Corrientes, una pareja de la localidad de Goya empleó el dinero del IFE en equipar un modesto kiosco: «No dudamos, cerramos los ojos e invertimos el dinero», dijeron a Télam.
Son Ángela Medina (25 ) y Martín Benítez (29): «Venimos de una historia difícil. Teníamos una casita de material y nos desalojaron, quedamos con lo puesto; luego nos cedieron un pequeño terreno y construimos una casilla de madera, donde vivimos y ahora también tenemos el kiosco», relató la mujer.
Claudia Gutiérrez, una jujeña de 30 años que se dedicaba a la confección y arreglo de prendas escolares, decidió iniciarse en la venta de verduras tras acceder al cobro del IFE.
«Empecé con bolsas de papas y cebollas, que es lo que más sale y fui comprando otras verduras y frutas que me iban pidiendo. La idea era comprar para vender y para de ahí mismo sacar también para cocinar», relató Gutiérrez a Télam.
Con ese mismo objetivo, pero en Formosa, Vanny Acosta de Romero empleó los 21 mil pesos que recibió como ayuda social en la instalación de una tienda de mascotas en su propia casa.
María de las Nieves Domínguez, de la localidad mendocina de Guaymallén, tuvo la idea de iniciar un pequeño comercio con el dinero que cobró del IFE: compró un horno a leña e insumos para cocinar y vender empanadas, pan y tortitas.
«Fue duro, pero lucho diariamente para generar ingresos desde muy temprano, con mucha fe, uno se va rebuscando», dijo.
En Entre Ríos, Rebeca (de 19 años y quien finalizó sus estudios secundarios el año pasado en la localidad de San Benito, a 10 kilómetros de la capital entrerriana) decidió invertir los 10 mil pesos del IFE en una verdulería.
Y en Salta, la joven Ana Paula Aguirre, de 19 años, utilizó el primer pago del IFE para poner una verdulería en la puerta de su casa, en el barrio Limache, de la zona sur de la capital salteña, y «hacer algo que permita producir y salir adelante».
Fuente: Telam