La dura realidad de los productores bonaerenses
En las diversas regiones del centro oeste de Buenos Aires, los productores afectados por las inundaciones se ven obligados a «sobrevivir» con lo mínimo necesario para evitar perder meses de esfuerzo y trabajo. El aislamiento ha convertido en tareas casi heroicas las acciones más elementales. Sin caminos transitables ni suministro eléctrico constante, muchos campos se encuentran completamente anegados.
Un claro ejemplo de esta crisis es Josefina Álvarez Prado, ingeniera agrónoma y productora de 43 años, quien dirige el campo familiar en el partido de 9 de Julio. La situación allí se ha tornado «desesperante». Para desplazarse desde el pueblo a su campo, utiliza una combinación de camioneta, caballo y, en ocasiones, un bote para cruzar zonas que en condiciones normales son pasturas. Actualmente, asegura que el 80% de su propiedad está inundado, con algunas áreas alcanzando profundidades de hasta dos metros.
Desafíos logísticos diarios
Desde marzo comenzaron las intensas lluvias, pero la situación se ha agravado desde mayo, cuando se hizo necesario empezar a evacuar la hacienda de cría, algo que se ha vuelto imposible. «Los animales salen nadando, no hay caminos y los camiones no pueden acceder. Hemos perdido toros y la logística es un verdadero caos», resumió.
La situación se acuña en el sufrimiento: ya han muerto animales ahogados y los granos almacenados en los silos se han inundado. «Cada vez que hay tormenta se corta la electricidad y tardan hasta tres días en restablecerla, dado que los postes también están bajo el agua. Llevamos tres días sin energía y debemos usar un motor; sin embargo, conseguir gasoil se ha vuelto un verdadero drama. A veces, lo traemos en bote o a caballo, lo cual complica hasta las tareas más básicas como conseguir comida o aceite para los tractores», explicó.
Desplazamientos complejos y un campo en crisis
Para abastecerse, Josefina tiene que recorrer 4 kilómetros a caballo y 8 kilómetros en bote. El transporte de combustible es un reto, ya que en cada viaje sólo puede llevar uno o dos bidones debido a las limitaciones del pequeño bote que utilizan. El trayecto al campo le lleva más de dos horas, combinando distintos métodos de transporte. Su preocupación es palpable, pues en cualquier momento el camino puede cortarse y quedar completamente aislados.
Comparando la situación actual con la inundación de 2001, ella afirma que esta crisis es más severa. «Los tractores podían transitar en 2001, pero ahora no es posible. El agua está muy honda y no queremos arriesgarnos a quedar atrapados», indicó.
Un video que ha circulado en grupos de WhatsApp muestra a Josefina cruzando en lancha hacia un área que solía ser un bajo, pero que ahora se ha convertido en una gran extensión de agua, afectando además la superficie donde anteriormente se cultivaba soja. Normalmente, su campo, que pertenece a su madre y tía, abarca entre 700 y 800 hectáreas de cultivo, pero este año sólo esperan sembrar 300 hectáreas si tienen suerte.
Consecuencias de la falta de mantenimiento
La productora lamenta que todas las áreas están inundadas y las partes donde el agua ha disminuido son inaccesibles para las máquinas y fertilizantes. Relata que ya han perdido la siembra temprana de maíz, y la situación de la última cosecha fue igualmente complicada. «Las máquinas se encajaron muchas veces, aunque por lo menos no estábamos aislados en ese momento. Ahora hay muchos graneles comprometidos por el agua. Aunque fue una buena cosecha, no sabemos cuánto podremos rescatar», expresó.
Josefina critica la falta de acción de las autoridades que podrían haber mitigado las inundaciones con intervenciones oportunas. Menciona que hubo un aviso sobre el aumento de las lluvias desde febrero, pero no se tomaron medidas adecuadas. Entre marzo y julio, la situación pudo haberse manejado mejor, pero la falta de mantenimiento del canal hidráulico 7707 ha causado inundaciones, con el agua acumulada y sin desaguar.
Aunque solicitaron la limpieza del canal en abril, las máquinas no llegaron hasta hace tres semanas, tiempo en el que ya era demasiado tarde. La semana pasada, se reunieron con la intendenta María José Gentile, quien les explicó que su prioridad actual son los accesos a los pueblos. «No ha habido apoyo, solo una retroexcavadora al principio, pero nunca se volvió», concluyó Josefina, quien hace dos semanas dejó a su hija en el pueblo para evitar que exponga su vida en esta situación difícil. «El pasado fin de semana llovieron casi 100 milímetros; ha sido un mes con lluvias constantes, y si no para, será imposible que algo se seque», finalizó.